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ME ESTOY DESPIDIENDO DE ESTE CUERPO

Jesus Vázquez, el primer hombre desnudo en Interviú

Agencias  |  29 de junio de 2010 (12:08 h.)
jesus vazquez desnudo
Le gusta a hombres y mujeres. Salió del armario y no se arrepiente. Jesús Vázquez se desnuda por dos motivos: ayudar a los refugiados en Kenia y ser el primer hombre en nuestra portada. Es un tipo de película.

Tú gustas a mujeres y hombres. Eres uno de los pocos que lo consiguen.
Creo que a las tías les ponen los tiarracos como Javier Bardem y Brad Pitt. Quiero pensar que lo mío para las mujeres es una fantasía muy juguetona, porque no las compromete a nada y saben que yo no estoy en su mercado.

Estas fotos darán mucho que hablar: ¿te ves sexi y guapo? Y sobre todo, ¿por qué ahora? Y ¿por qué en interviú?
Vi un camino de conseguir mucho dinero para ACNUR y los refugiados. Pero, no te voy a mentir, también he tenido ganas de hacer un acto de libertad, de ser el primer chico en posar desnudo en interviú. Además termino una etapa. He sido modelo y, en los últimos 20 años, presentador de televisión. El físico me ha acompañado, pero ya tengo 45 años y estoy un poco cansado de la etiqueta del físico, de la presión de cuidarlo tanto y de las renuncias que implica. No quiero coger atajos para estar bien y me estoy despidiendo de que mi cuerpo sea mi principal tarjeta de presentación.

¿Eres el único español Embajador de Buena Voluntad del organismo de Naciones Unidas para los Refugiados?
Hace años me mandaron una camiseta con la cara de Einstein diciendo: “Él también fue un refugiado”. Yo siempre había asociado a los refugiados con otras culturas y países muy lejanos. Utilicé la televisión para difundir su mensaje y ahí empezó nuestra colaboración.

¿Has centrado la ayuda en una zona en conflicto en concreto?
En la frontera de Kenia con Somalia, donde hay desde hace más de 18 años campos de refugiados. Hay gente que nunca ha salido de allí y solo han visto la arena y las tiendas de campaña. Son tres campos pensados para 90.000 personas, pero donde hay 300.000 seres humanos que dependen de la ayuda de la ONU. Necesitan no sentirse abandonados. Vamos a montar otro colegio para ellos, para que algunos tengan la oportunidad de salir de esa espiral de desolación.

¿Has utilizado tu popularidad para reunir fondos, movilizar otros sectores?
He firmado convenios con empresas, hemos reunido cerca de 600.000 euros y hemos visto dónde y cómo los invertían. Merece la pena.

Otra lucha en la que siempre has estado involucrado es la visibilidad del mundo gay y la equiparación de sus derechos. ¿Ha terminado esa lucha?
La ley de matrimonios del mismo sexo fue la culminación de la igualdad. Después de eso hemos abandonado un poco las trincheras, y nunca hay que hacerlo. Los que hacen el mal no descansan nunca, con lo cual los que hacen el bien tampoco deben descansar.

Te casaste con Roberto, tu pareja.
Yo había luchado mucho por tener los mismos derechos que cualquiera, entre ellos el de casarme. Parecía un sinsentido que yo no me casara con mi pareja, con el que llevo años teniendo un proyecto de vida.

¿Entiendes que para muchos la fiesta del orgullo gay le puede restar seriedad a la causa, hacerla algo más frívolo?
La fiesta no resta credibilidad a esa lucha. Hay que verla como un carnaval o una falla donde se hace sátira de los que llevan todo el año criticando. La igualdad está muy lejos de ser real, sobre todo fuera de las grandes ciudades. Nos encontramos con mucha homofobia y mucho desprecio a las minorías. En los entornos más liberales, incluso en Madrid, sigo viendo a muchos homosexuales que lo esconden y lo llevan con una carga de culpabilidad grande. Tenemos que enseñarle a la gente que somos abogados, militares, políticos, futbolistas, artistas, enfermeras… Somos todo lo que son ellos. Hay gente que después de ponerse el disfraz en la fiesta del Orgullo vuelve al armario, y esa es una situación muy dura.

¿Cómo fue tu salida del armario?
Uno de los momentos más importantes de mi vida. El armario es un sitio terrible en el que vivir, engañarte a ti mismo y a los demás tantos años se hace terrible. Yo lo hice ya mayor, en 2000: cuesta contárselo a los padres, nos echan encima esa carga de culpa, esa sensación de hacer algo malo. Me pasó un poco, pero no me arrepiento de haberlo hecho.

Fuente: Interviú
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