Somos capaces de distinguir visualmente la misma gama de colores que una mujer, otra cosa diferente es que le pongamos tantos nombres diferentes a sutiles variaciones de tono.
Somos capaces de distinguir visualmente la misma gama de colores que una mujer, otra cosa diferente es que le pongamos tantos nombres diferentes a sutiles variaciones de tono. Teniendo en cuenta además que no queda muy masculino hablar de plantas o alimentos delicados. Nosotros en todo caso hablaríamos de rojo carne sanguinolenta o gris ceniza de los restos de mis enemigos. Y aún hay más.
Con una cromatografía se pueden descomponer en sus partes más esenciales un compuesto para identificar sus componentes.
Y parece que en ocasiones esa segmentación se le da mejor a las mujeres, o al menos la identificación de matices tan sutiles como los que aparecen reflejados en el gráfico que os acompañamos. Se dice que en el cine viejuno no hay blancos y negros sino una infinita escala de grises. Parece que a algunos nos cuesta asimilar tan complejo espectro y el blanco es blanco, como mucho brillante o mate (y ya estamos afinando) y lo que para nosotros es “claro” puede que para una mujer sea beige, blanco roto, blanco hueso… en resumen, no lo tenemos nada claro.
Fuente: Gizmodo
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